“El Padrino: El impacto de los 3 minutos que revolucionaron el cine para siempre”

“El Padrino” (The Godfather) es la película más grande de la historia del cine. No solo en términos artísticos, sino también en el ámbito del marketing, ya que marcó un cambio en la industria al llenar los cines en una época en la que se pensaba que la televisión acabaría con el séptimo arte. El estreno en Nueva York, con largas colas bajo la nieve para conseguir una entrada, fue el momento en el que el productor, Al Ruddy, pudo respirar tranquilo. Los premios de la Academia de Hollywood también respaldaron la historia de la familia Corleone, relanzando la película en los cines. Además, una millonaria oferta para su primera emisión televisiva abrió el camino para el modelo de ventanas de explotación que ahora está en entredicho.

Sin embargo, “El Padrino” estuvo a punto de convertirse en uno de los mayores fiascos jamás rodados. No fue por los costos adicionales, ya que aunque inicialmente se pensó como un proyecto de bajo presupuesto, Francis Ford Coppola necesitó más dinero durante el rodaje debido a problemas como una semana de lluvias que retrasó la filmación de la escena de la boda. Tampoco fue por las amenazas de la Liga de Derechos Civiles Italoamericanos, que inicialmente pretendía cancelar la producción, pero abandonó la idea después de que la productora acordara contratar miembros de dicha organización y evitar el uso de la palabra “mafia”. Incluso los problemas internos, como la inclusión de Al Pacino en contra de la voluntad del productor, las preocupaciones de Marlon Brando debido a experiencias negativas anteriores en otros rodajes, e incluso un montador que intentó convencer a los directivos de Paramount de que la película era un caos, no se comparaban al principal problema de la mejor película de la historia: no tenía alma.

El guion, escrito por Coppola y Mario Puzzo, se desvió bastante del libro original. A pesar de romper la regla de no contratar al autor para adaptar su propia obra, Coppola insistió en trabajar juntos en la historia de una familia. Coppola, quien ganó un Oscar al mejor guion por “Patton”, fue elegido para dirigir “El Padrino” porque el jefe de Paramount, Robert Evans, quería que la película tuviera el auténtico sabor italiano. Sin embargo, Puzzo no tenía experiencia como guionista de cine. Decidieron centrar la historia en Michael y Don Vito, dejando de lado la trama de Las Vegas y Johnny Fontanne, convirtiendo la película en una historia paralela. Pero cuando todo parecía resuelto y estaban a punto de terminar, se dieron cuenta de que las piezas no encajaban, la película no dejaba claras las motivaciones de los personajes y algo, no estaba claro qué, fallaba.

En ese momento, Coppola decidió pedir ayuda y llamó a Robert Towne. Towne era guionista, pero no era uno de los típicos “script doctors” de la industria que se especializaban en arreglar guiones que tenían problemas. En aquellos días era más común contratar a alguien como Dalton Trumbo, que había caído en desgracia debido a las listas negras anticomunistas. Towne era amigo de Coppola y aunque aún no había firmado el guion de “Chinatown” que le valdría un Oscar, ya tenía cierto prestigio como guionista. Ante la llamada de su amigo, Towne se presentó de inmediato en el set de rodaje.

El director italiano le explicó el problema y le pidió ayuda con la escena clave que giraba en torno a la conversación entre Don Vito y su hijo Michael en el jardín de su casa. Towne tenía apenas unas horas para hacer encajar todas las piezas de una película que ya tenía horas de metraje, e incluso el productor le exigió a Coppola que se olvidara de los detalles y contara la historia en el tiempo necesario, unas tres horas, en lugar del tiempo que se había planeado para la primera proyección. Utilizando notas del guion original y sabiendo la importancia de mantener la coherencia con lo ya filmado, Robert Towne entregó el texto que convertiría a “El Padrino” en la obra más grandiosa jamás filmada a las 4 de la mañana.

La escena en cuestión es una conversación de tres minutos y medio entre los dos personajes principales. Menos de cuatro minutos de una película que dura casi tres horas, pero que logró encajar todas las piezas y preparar el camino para una secuela que, por primera vez, superó a la original y también ganó el premio de la Academia a Mejor Película. Coppola, consciente de la importancia de la colaboración de Towne, lo dejó claro en su discurso de aceptación del Oscar a Mejor Guión Adaptado: “Esta fue la escena de Bob Towne”.

En la famosa escena, previa a la muerte de Vito Corleone en el huerto, Don Vito, el líder de la familia más poderosa de Nueva York, charla con su hijo Michael sobre los siguientes pasos a seguir, el futuro y el control de la familia. Tras unas primeras frases introductorias, Michael le pregunta qué le pasa y por qué se preocupa tanto. Don Vito, con tristeza, le dice que eso no es lo que deseaba para él. Le habla sobre cómo ha trabajado toda su vida por el bienestar de la familia y cómo siempre se ha negado a ser un títere movido por los poderosos. Don Vito le revela su visión del mundo y la misión que tenía en su vida para con la familia. En los últimos dos minutos de la escena, transmite a Michael tanto su visión como su misión, para que continúe su obra enfrentándose a la sociedad y buscando que la familia vuelva a ella en una posición de privilegio.

En resumen, la escena del jardín, reescrita por Robert Towne, fue clave para que “El Padrino” se convirtiera en la obra maestra que es hoy en día. Gracias a esa escena, la película logró transmitir la visión y misión de Don Vito a Michael, mostrando la lucha entre el mundo de los poderosos y el deseo de proteger a la familia. Con tristeza, Don Vito acepta que las cosas no han salido como esperaba y que Michael debe tomar las riendas de la familia, renunciando a sus ideales en el proceso. Esta escena, junto con la brillante interpretación de Marlon Brando y Al Pacino, contribuyó a que “El Padrino” se convirtiera en una de las películas más importantes de la historia del cine.,